Lucha contra el coronavirus en Uruguay: «Comienzan las señales de alarma
Hoy, casi ocho meses después, Uruguay sigue destacando por su política de mantener abiertas las escuelas. Mientras algunos países de América Latina y el Caribe aún debaten si volver a las clases presenciales o postergarlo aún más, las autoridades educativas de Uruguay se han mantenido firmes en su decisión de que los niños vuelvan a la escuela. Si bien el contexto ha empeorado debido a la evolución de la pandemia, las clases presenciales obligatorias comenzarán el 1 de marzo en todas las escuelas del país. Es una gran noticia para todos los niños y adolescentes de Uruguay.
El cierre prolongado de las escuelas tiene un efecto devastador en la vida de los niños y adolescentes, provocando un retraso en su aprendizaje y aumentando el riesgo de abandono escolar, especialmente entre los alumnos más vulnerables. Experiencias pasadas, como la crisis del ébola, nos han demostrado que cuanto más tiempo permanecen los niños fuera de la escuela, menos probabilidades hay de que regresen.
Además del aspecto puramente educativo, estar fuera de la escuela pone en peligro su salud, su desarrollo, su seguridad y su bienestar: sus emociones se ven afectadas; su dieta cambia debido a la falta de comedores escolares; el aumento del tiempo frente a la pantalla significa que no hacen ejercicio y pueden desarrollar trastornos del sueño; y corren el riesgo de estar expuestos a múltiples formas de violencia, desde la doméstica hasta la online. A estas amenazas hay que añadir el impacto en la salud mental de los alumnos y sus familias. Esta ha sido una de las consecuencias más graves de la suspensión de las clases presenciales.
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La educación en Uruguay es obligatoria durante un total de catorce años (2 años de educación preescolar, 6 años de educación primaria y 6 años de educación media), comenzando en el nivel preescolar, y es gratuita desde la educación preescolar hasta el nivel universitario[1]. En 1996, la tasa bruta de matriculación primaria fue del 111,7 por ciento, y la tasa neta de matriculación primaria fue del 92,9 por ciento[1]. Las tasas de asistencia a la escuela primaria no estaban disponibles para Uruguay a partir de 2001[1].
Uruguay tenía la tasa de alfabetización más alta de América Latina, con un 96% en 1985. No había diferencias apreciables en las tasas de alfabetización entre hombres y mujeres, pero había discrepancias entre las tasas urbanas y rurales (las tasas rurales eran manifiestamente más bajas). El sistema uruguayo de educación universal, gratuita y laica requiere un total de once años de asistencia obligatoria a la escuela, de los seis a los quince años. La proporción de niños en edad de cursar la enseñanza primaria escolarizados era prácticamente del 100% desde hacía mucho tiempo. Además, de 1965 a 1985 la proporción de niños en edad de cursar la enseñanza secundaria matriculados en algún tipo de escuela secundaria creció del 44 al 70 por ciento, también la tasa más alta de América Latina. La tasa de matriculación en educación postsecundaria era de alrededor del 20 por ciento. La coeducación era la norma, y mujeres y hombres asistían a la escuela en un número casi igual en todos los niveles. Sin embargo, como es típico en cualquier país, las tasas de escolarización eran más altas en las zonas urbanas que en las rurales.
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La educación en Uruguay es obligatoria y gratuita. Tienen una historia de tener un alto índice de alfabetización, llegando a cerca del 96%, debido a las rígidas leyes de obligatoriedad de la escolarización para todos los niños. La educación suele comenzar a los seis años hasta los catorce.
Todos los niños uruguayos están obligados por ley a entrar en la escuela a los seis años. De los seis a los doce años, asisten a la escuela primaria. A los doce, entran en la primera etapa de la escuela secundaria, que dura dos años. Durante este tiempo, aprenderán lo básico, como Lengua, Matemáticas, Ciencias e Historia.
Al cumplir los quince años, los uruguayos pueden elegir diferentes itinerarios, en función de la carrera que elijan. Durante tres o cuatro años, los estudiantes tendrán que completar el bachillerito, que es comparable a un diploma de secundaria en Estados Unidos. Una vez finalizado el bachillerato, los estudiantes pueden continuar sus estudios en una de las tres universidades del país o asistir a institutos especiales relacionados con sus intereses específicos. La duración de los estudios universitarios oscila entre cuatro y seis años.
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Uruguay mejoró su educación preescolar y primaria mediante la expansión de su Modelo de Escuelas de Tiempo Completo (ETC). Este modelo mejoró la calidad del aprendizaje y mitigó las connotaciones negativas de la pobreza. Amplió la jornada escolar de 4 a 7,5 horas; mejoró la infraestructura educativa; proporcionó comidas y refrigerios nutritivos; e introdujo un plan de estudios más amplio y un nuevo programa de desarrollo docente. Los beneficiarios del proyecto fueron alumnos, padres y personal escolar.
En 1995, el gobierno uruguayo emprendió una reforma educativa destinada a mejorar la equidad y la calidad de la educación, y a aumentar el acceso entre los pobres. La reforma reconocía la necesidad de mejorar la calidad de la educación mediante la introducción de nuevos métodos pedagógicos, la ampliación de la jornada escolar y la mejora de las condiciones para que los desfavorecidos se incorporaran al mercado laboral.
A pesar de las mejoras, la brecha en los logros de aprendizaje entre los estudiantes ricos y los desfavorecidos seguía siendo amplia. Las tasas de repetición se concentraban en los cursos primero y segundo y guardaban una estrecha correlación con el nivel socioeconómico de los alumnos. Las tasas de abandono escolar de Uruguay se comparan desfavorablemente con las de Chile y Argentina. El ritmo de acumulación de capital humano, medido por el número medio de años de escolarización, se había ralentizado, en comparación con otros países con niveles de desarrollo similares de la región y Asia.